Tras un mes de los tan esperados resultados y de mis 25 sesiones de radioterapia, así me encuentro sobre el papel:

PET – TAC CORPORAL: No se aprecian focos hipermetabólicos en hígado, a nivel esquelético ni en ninguna otra localización que sugieran la existencia de enfermedad tumoral activa. En la imagen TAC se visualizan lesiones óseas, líticas y esclerosas, que actualmente carecen de actividad metabólica. Conclusión: Sin evidencia de enfermedad tumor activa. A controlar evolutivamente.

Estoy muy contenta por los resultados y estaba deseando poder compartirlo con vosotros pero la radioterapia me ha dejado muy cansada. He esperado a recuperar un poco de fuerzas para ponerme delante del ordenador.

Sigo trabajando. No bajo la guardia. Me mantengo fiel a los pilares que me han dado tan buenos resultados: alimentación, meditación, gestión emocional y ejercicio físico. Y sobre todo, la convicción de que el cáncer ha desaparecido para siempre de mi cuerpo.

Ahora le llega el turno a cómo afrontar las secuelas físicas que ha dejado el cáncer. Las psicológicas no las considero una secuela sino un proceso más del aprendizaje en que estoy inmersa.

He de confesar que lo que más me desestabiliza hoy por hoy son los dolores con los que convivo. Dolores que provienen de las lesiones en los huesos que el tumor ha dejado. A esto se le suma la pérdida de masa muscular y la preocupación de que se forme un linfedema en mi brazo derecho.

La primavera pasada (meses antes del diagnóstico), yo estaba esquiando y escalando como si no hubiera un mañana. Y durante el verano estuve trabajando en una brigada helitransportada contra incendios. En aquel momento, ya tenía dolores. Pero lo achacaba a la dureza física y psicológica del trabajo. Ahora, al caminar me duelen los huesos, pero no por ello he dejado de hacerlo.

No sólo eso. Además de caminar, bailo. Desde el primer día de tratamiento, bailo. Al danzar, el dolor de hueso se adormece, pasa desapercibido, queda en un segundo plano. La biodanza me ha sostenido durante este proceso y me ha llenado de amor todos estos meses. En cada una de las danzas mis células se han ido contagiando del deseo fuerte de disfrutar y gozar la vida, abrazada por personas maravillosas y tejiendo una gran red de amor.

A partir de ahora, ¿qué?

Me queda mucho trabajo por delante y soy consciente de que todavía falta camino por recorrer.

A día de hoy sigo con tratamiento de mantenimiento: anticuerpos y terapia hormonal. En cuanto a los dolores, los oncólogos, en este momento sólo se pueden ocupar de ofrecerme medicamentos para paliarlos. Yo voy a trabajar para una recuperación física plena. Confío en que el proceso de recalcificación de los huesos sea rápido y que mi estructura ósea se haga fuerte y sana para sostener a la nueva Chus.

Creo firmemente en ello, e incorporo al “equipo de trabajo” a una gran fisioterapeuta, que es una persona muy especial y que también ha vivido de cerca esta enfermedad. Muchas ganas de empezar.

Escucho a mi cuerpo. Empezaré moviéndome en la piscina, continuaré caminando, corriendo, subiré montañas… y quién sabe si al final acabaré volando. Como bien dice mi amiga Rocío. “El cáncer te reta. Te lastima el físico. Pero tu esencia se mantiene, no se toca. Las emociones son tuyas y sólo tuyas. La barrera está ahí, lo marcas tú.”

Gracias, gracias y más gracias a todos los ángeles que tengo a mi lado.

Tortillaaaaa

Esta foto es el día en que mi amigo Rubio hizo su tortilla número 98 en celebración de los buenos resultados (tiene la sana costumbre de hacer una tortilla de patatas cada vez que hay algo que celebrar). Por cierto, ese día me salté la dieta macrobiótica. A mi lado, mis amigos de la infancia que lo han hecho de una forma inmejorable.

 

 

Ahora busco el silencio para poder escucharme, quererme, mimarme.

Me voy a la montaña, a mi hábitat. Y siempre disponible para todos vosotros y vosotras.

Cambio y corto.